Se subió
al bus y no miró atrás. No dio, Ni un paso más, ni un paso menos. Camino lento por
el pasillo y se sentó en el número
veintiocho. No Quiso mirar por la
ventana, no quiso respirar profundo, sabía que no volvería jamás a este lugar, sabía
que no alcanzaría a ver nacer a su pequeña, menos enseñarle que hay fantasmas
que no cruzan las paredes, sino que viven en nuestro interior, pero la guerra no
distingue y Él lo sabía. Era hora de partir.-Cariño, volveré-, dijo en su interior.
Pero la
verdad es que no volvió jamás.
“La guerra es un monstruo que pisa fuerte y no teme,
mata no solo la vida, sino la esperanza de
Quienes más la preservan. Hagamos
crecer gotita a gotita el oasis de paz, que
Llegue a más corazones y quien sabe,
tal vez algún día,
Como escribió Bethoveen en la oda a la
alegría,
” los hombres vuelvan a ser hermanos”.