Esperando el ocaso, diviso el naufragio previsto, para el arranque silencioso de tu huida esperada,
con un adios repentino, me dejas preso en la neblina prestada de los pensamientos imaginarios,
atrapando mi alma en el resplandor dorado de sueños esfumados,
me sumerges en la tenue luz de una falsa primavera, que seduce mis sentidos en el elixir de la dulce rendición, para luego abandonarme en la orilla desolada de una playa desierta, transformandola en una trizte decepción.
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